En ese momento puedes escuchar, observar y sentir con mucha atención. Nada se pasa por alto y todo cala en los huesos. Incluso, a veces, cala en el corazón.

Pero sentada en el camino no tienes que prestar atención al siguiente paso, porque no lo darás. Sólo puedes pensar y analizar las huellas del ayer. Y en los transeúntes que pasan...Algunos se sientan a tu lado, con la misma desazón que tú.
Te asustas, porque ahora ves el mañana que llegará aunque tu no camines, pero al no caminar, si podrás pensar en el...¿y ésto como se hace?
No todo es malo en los descansos. Puedes volver a sentir ilusión, incluso emocionarte! Vuelves a reir con ganas, recordando la sonrisa nítidamente a la mañana siguiente. No hay necesidad de olvidar, sólo tienes que remover nerviosa la arena, borrando los dibujos que has hecho sin darte cuenta...aunque hagas lo que hagas, todo permanecerá ahí.
La falta de costumbre puede engatusar a tus sentidos. Hace tanto que no te lanzas a sentir, que puede que te equivoques, o que te confundas, o que simplemente, imagines! Pero si es así, te has olvidado de la parte más importante del juego...pellizcarte para no cambiar lo real por lo deseado.
Como suele ocurrir tan a menudo, el consejo llega cuando la herida ya casi ha dejado de sangrar...
Es hora de volver al camino, ¿quién decide cuándo hay que volver a caminar? El tiempo, Querida Amiga...cuando te das cuenta de que tu recuerdo ya te ha olvidado.