Entonces me pregunto el por qué, y la veo aquí, delante mía. Es mi piedra, reluciente y más grande que la última vez. No comprendo como ha llegado hasta mí, yo que creía haberla dejado lejos. Pero está aquí, pegada a mis pies, tan silenciosa como siempre. Pesa aún sin sostenerla en mis manos.
En un instante lo comprendo, como si siempre lo hubiera sabido. Nunca me separé de ella. Simplemente, evitaba mirarla. He estado huyendo sin darme cuenta. Bueno, al menos, haciendo que no me daba cuenta. Tan ignorante de mí misma, que ahora todo se vuelve a repetir. En realidad, no se repite, es que nunca ha cambiado.

Tan confiada, tan dueña de nada. Todo se me ha ido de las manos. Hay mucho alboroto a mi alrededor, y de nuevo estoy vacía, sólo porque me llené de humo. Mi estómago cerrado, noto el eco de mi corazón en los huecos de mi cuerpo. La ansiedad se ha atado a mis tobillos, y la sonrisa pesa tanto que me molesta.
Me siento en el suelo intentando respirar. No quiero que el mundo conozca lo que me está pasando. Aprieto los dientes sin darme cuenta...La tensión se ha hecho yo, y no encuentro postura que me consuele.
Al concentrarme, sólo me doy cuenta de una pequeña sutileza, un ligero cambio en el patrón. La piedra sigue ahí, pero hoy la acompañan mis lágrimas. Ya no estoy seca.