Se alquilan alas para volar

Tengo un par de alas. Son enormes, mulliditas y de varios colores. Son unas alas tremendas, geniales para volar. Pueden revolver el mundo con un solo batir, sin precalentamientos ni prácticas de aterrizaje.

Sé que pueden llevarme allí donde yo quiera llegar. Sé que no tienen límites, ni existe nadie que pueda limitarlas. Excepto yo misma.

Ese es su fallo, su error de existir. Que si yo no sé, ellas tampoco saben. Y es justo en ese momento cuando se convierten en una tremenda carga. Un regalo que nadie querría para sí.

Pero es que no sé donde quiero que me lleven, me han desaparecido los destinos y las direcciones. No es que no sepa escoger, es que no veo los caminos. He atado la venda de mis ojos demasiado fuerte, y de repente ando porque la rutina me ha cogido la mano. Y lo peor de todo es que hay muchos cristales en el suelo, y no paro de pisarlos. No puedo dejar de caminar, aunque cada paso es una herida nueva en mis talones.

Mis alas se han hecho más presentes que nunca, reclaman sus vuelos para hacerme más consciente. A veces incluso me advierten de su fragilidad. Siento como algunas plumas se desprenden rozando mi piel. Es un buen modo de recordar que la capacidad de volar puede no ser eterna. Entonces entra el miedo en el juego. Y me siento realmente asustada. Llega el bloqueo.

De repente todo se queda en blanco. Es como si no hubiera una solución, aún sabiendo que todo mal camino tiene una salida de emergencia. Me quedo sentada en esta habitación llena y vacía, intentando volver a sentir mi razón. La coherencia me encontrará, hoy que he dejado de buscarla. Poco más soy capaz de hacer.

Mientras tanto...¿alguien quiere alquilar mis alas? Se alquilan por no desperdiciar su derecho a volar. El precio siempre será negociable...

Si todo estuviera permitido...

Dijo que veintiséis, y ella dejó que tirara los restantes a la papelera.
Dijo que en su corazón no había nombre de mujer, y ella dejó que la alianza se deslizara en el bolsillo de su pantalón.
Dijo que no había sonrisa como la suya, y ella dejó que sus labios se quedaran ciegos.
   
Ella dijo que también veintiséis, y él dejó que ella engordara sus vivencias.
Ella dijo que no había pasado que le marcara, y él obvió cada una de sus cicatrices.
Ella no gritó como lo solía hacer, y él se comportó como si eso fuera lo natural.

Comenzaron entonces un "algo" que moría con cada segundo.
Cada saludo seguido de un adiós. No tenían absolutamente nada de lo que hablar. Sólo ser, hacerse entre los dos. Cada despedida atada con las ansias de una próxima vez, sin saber si ésta volvería a llegar.

Inventando excusas que sólo ellos valoraban. Buscando el invierno en cada esquina. Disimulando el secreto, transformándolo en un juego de seducción. Ocultando el engaño en las perversiones, ahogando las malas conciencias a base de tragos de pasiones.

Los remordimientos hacían cortocircuito con cada caricia. El dolor y la culpa convertidos en el mejor juguete erótico. Hasta que llegó esa noche en la que ya no fueron.

Todo quedó en posesión, y entonces los dos perdieron la partida. Siempre hay consecuencias cuando se rompen las reglas del juego.

Caprichos de Niña

No lo quiero. Es curioso, inmaduro y caprichoso, pero ya no lo quiero. Eso que llevo pidiendo a voz en grito tanto tiempo, ahora resulta que no lo quiero. Al menos, no lo quiero así, contigo.

Acércate, que te lo voy a contar. No pido que lo comprendas...de hecho, tampoco quiero que lo hagas. Caprichos del egoísmo que invade mi egocentrismo. No busques razones ni cuestiones el por qué. No encontrarías nada que consolara tu desilusión.

No quiero ser el motivo de tu primera sonrisa mientras te desperezas en la cama.

No quiero ser tu razón para gastar el perfume de las ocasiones especiales.

No quiero ser esa por la que empieces a hacer huecos en tu agenda.

No quiero ser de quien esperes cenas especiales. Ni postres picantes con nata y chocolate.

No quiero ser la que representa lo dulce, ni lo apasionado, ni lo irritante.

No quiero ser con quien te enfades para reconciliarte.

No quiero poseer los ojos en los que te perderías, ni quien tenga esos labios en los que te ahogarías.

No quiero ser el pensamiento por el cual bailes bajo la lluvia.

No quiero ir en contra de tus expectativas, pero mi corazón tira a bala hacia tu decepción. Y no quiero evitarlo.

No quiero ser esa que te hizo volver a desconfiar del mundo al decirte no quiero. Pero quizás esto llega demasiado tarde.

Hoy no quiero absolutamente nada, sólo predicar con el Yo, Me, Mi, Conmigo. No quiero estar, no quiero parecer, no pretendo ser. Al menos para ti, no debería ser.

Los caprichos no siempre tienen un fondo dulce o inocente. Lo siento.