Se alquilan alas para volar

Tengo un par de alas. Son enormes, mulliditas y de varios colores. Son unas alas tremendas, geniales para volar. Pueden revolver el mundo con un solo batir, sin precalentamientos ni prácticas de aterrizaje.

Sé que pueden llevarme allí donde yo quiera llegar. Sé que no tienen límites, ni existe nadie que pueda limitarlas. Excepto yo misma.

Ese es su fallo, su error de existir. Que si yo no sé, ellas tampoco saben. Y es justo en ese momento cuando se convierten en una tremenda carga. Un regalo que nadie querría para sí.

Pero es que no sé donde quiero que me lleven, me han desaparecido los destinos y las direcciones. No es que no sepa escoger, es que no veo los caminos. He atado la venda de mis ojos demasiado fuerte, y de repente ando porque la rutina me ha cogido la mano. Y lo peor de todo es que hay muchos cristales en el suelo, y no paro de pisarlos. No puedo dejar de caminar, aunque cada paso es una herida nueva en mis talones.

Mis alas se han hecho más presentes que nunca, reclaman sus vuelos para hacerme más consciente. A veces incluso me advierten de su fragilidad. Siento como algunas plumas se desprenden rozando mi piel. Es un buen modo de recordar que la capacidad de volar puede no ser eterna. Entonces entra el miedo en el juego. Y me siento realmente asustada. Llega el bloqueo.

De repente todo se queda en blanco. Es como si no hubiera una solución, aún sabiendo que todo mal camino tiene una salida de emergencia. Me quedo sentada en esta habitación llena y vacía, intentando volver a sentir mi razón. La coherencia me encontrará, hoy que he dejado de buscarla. Poco más soy capaz de hacer.

Mientras tanto...¿alguien quiere alquilar mis alas? Se alquilan por no desperdiciar su derecho a volar. El precio siempre será negociable...

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