El reloj de Arena


La arena cae, impasible, mecánica, y con ella mis miedos crecen y se hacen más aparentes. Si, tengo miedos, muchos miedos. Miedo al fracaso, miedo a que lo duradero se vuelva pasado lejano, miedo a mi propio miedo.


Es una sensación horrible que llena mi estómago de aire, que me hace sentir angustia, que apenas me deja respirar. Sentirse morir en un instante, saber que nada se va a solucionar con una palabra, saber que lo que se siente es real, y que realmente duele.


Conocer el futuro en las sensaciones, en ese sexto sentido que dicen tenemos las mujeres, saber que algo tan bonito se esta terminando, y no poder hacer nada para parar el descenso de la arena. Quiero parar ese reloj que esta destruyendo mi vida, parar el tiempo, que los minutos se vuelvan días, y poder volver a esa felicidad que ahora siento tan lejana.


Sé que ya no me desea, ya no me busca en sus sueños, ya no formo parte de sus fantasías. Su mirada ya no me quema, ya no siento nada en él. Pero no es ese el problema, el problema es que yo sigo teniendo mariposas en el estómago cuando alguien pronuncia su nombre, cuando noto su fragancia cerca de mi, cuando me da esos abrazos tan vacíos de todo. Yo sigo enamorada, y sentir que ese amor no es correspondido me esta quemando el alma.


Alguien muy sabio me contó una vez que los seres humanos tenemos alma y espíritu. Qué me queda a mí entonces, si tengo el alma carbonizada y mi espíritu se ha convertido en un lamento continuo.


Ya no me ama, y así lo siento yo, aunque él no me lo diga. Aunque él defienda que todo es como antes, que hemos pasado de la pasión de los primeros momentos a una feliz monotonía. ¿Cómo va a ser esto amor? Nadie me había contado que del amor se pasa a la frustración, a sentirse rota por dentro, a estar sola. Los abrazos se convierten en pura apariencia. Sí, se que me abraza porque sabe que me gusta y que a veces lo necesito, pero no porque realmente lo sienta. Esos abrazos vacíos no curan, sino que duelen más.


La arena sigue cayendo. Mi mente no para de dar vueltas, aunque sólo hayan pasado unos minutos en esta larga espera. Cuando el reloj se termine y deba darlo la vuelta, hablaré con él, le contaré mis miedos y le pediré que me diga realmente lo que siente, que por fin me abra la puerta de sus sentimientos. Que me deje ver por una pequeña rendija de su coraza, si realmente mi nombre está grabado en su interior.


No pongo en duda que soy alguien importante para él, pues son muchas las vueltas que ha dado mi pequeño reloj de arena desde que estamos juntos. Pero temo haberme convertido en una amiga, en una hermana, en una compañera más. Yo no quiero ser su amiga, quiero ser una de sus razones para despertar cada mañana, como él me decía cuando comenzamos. Quiero que desee despertarse conmigo y que por las noches busque mi cuerpo junto al suyo, para así poder dormir tranquilo.


Han pasado ya muchos abriles desde su último mensaje de amor. Me dijo que me amaba, que sin mi no era nada y que yo lo era todo para él. Eso si que era amor, y yo me sentía la mujer más feliz y querida del mundo. Ahora esa sensación ha desaparecido, y ha dejado paso al temor y al miedo de que el tiempo se me termine.


Necesito saber lo que siente, saber si merece la pena luchar por este amor, porque las fuerzas se me están consumiendo en pensar si me ama o no. No tengo fuerzas suficientes para seguir adelante sin preguntarle lo que siente, no tengo fuerzas para tirar mi amor por la ventana, no tengo fuerzas para hacerme a la idea de que esto algún día pueda terminarse.


Juré que nunca lloraría por un hombre, que el daño que me habían echo no me le volverían a hacer. Qué ilusa fui en mi juramento, porque no tuve en cuenta que a veces el amor duele, que el amor escapa de nuestro control y que amar puede matarnos del sufrimiento. Qué ilusa fui, pues ahora estoy sufriendo, mientras mi tiempo se acaba, mientras la arena cae impasible, mecánica.


0 comentarios: